viernes, 23 de enero de 2009

Los curtidores.



Hiede el aire,
la sal curte miserias.
Blanquea la cal,
tus pies se llagan
en ceniza.

Serán alforjas de sueños,
cinchas fuertes del caballo,
silla de cabalgar.
Funda de puñal,
mocasín que adornara los pasos
de una princesa.

Correa del reloj
en la memoria.
Guante de cabritilla.
Cinto en la cintura
sin quebrarse.

Blanquea la cal
la piel muerta del cordero,
quema la sal,
tus pies que son ya cuero
se llagan. Hiede el aire.
Y tus pies a mis ojos
son reproche.



jueves, 22 de enero de 2009




Allí estaré,
no busques mas
allí estaré.

Atabaches y darbukas resonando,
música al viento
la noche despertando.
Tatuando la henna
en mi cuerpo
voces de allí
a golpe de miradas
sin recato.

En el te verde, verde la hierbabuena.
En la esquina de un zoco
vida comprando.
Corriendo tras los ojos
que estoy amando.

Allí estaré soñando sin soñar
de amor vibrando.
Entre naranjas, cordero asaetado,
en el tajine, entre el cuscús ahumando.

En el ocre que me atrapa
la arena del desierto,
mi voz ahogando.

Allí estaré
plantando cara el tiempo,
segundos que a la vida
iré robando.

De amor amando,
corriendo tras los ojos
que estoy ansiando.



En la Ciudad Roja. En la puerta azul.




Huyendo de mi mismo
encontre el paraiso ansiado.
Me acogieron las calles
y aún no estando
mi sombra esta.
En los zocalos,
en los aleros de tejados planos.
En la Ciudad Roja.
En la puerta azul
y en la blanca.
En el nido de cigüeñas.
En el datil caoba.
En las aguas secas de río
sin cauces de ausencias.
En ojos que atrapan
con miradas seductoras.
En la tos cacofonica
que se escapa de un balcón
en una noche calurosa.
En una darbuka
que suena, entre otras.
En un paseo
que ameneciendo,
mas que paseo es sueño.
En los bancos del parque
desierto,
que aún conservan vivas
la sombras de un amor
clandestino.
En la huida eterna del yo,
desvanecido en parades
rojas.
Encontre el paraiso ansiado,
un poco mas alla,
de mi olvido.
Del olvido de mi mismo,
que tan solo es sombra
en la canicula, obvia,
de una noche sin estaciones intermedias
sin mañana sin tarde,
solo noche.

Amando siempre,
paraisos ansiados
donde diluir,
mi doloroso yo.



Mujer de rojo.




Perdido en la Mellah,
vagando como siempre,
atrapando el tiempo
entre retinas.

Ella y de rojo.

La segui por unos metros,
foto en mano,
como quien trata
de robarle a la ciudad
su secreto.

Ella y de rojo.
Danzaba su cintura
con sus pasos.
Mecia la calle
de cadera a cadera,
cimbreaba elocuencias.
Innata su elegancia
de princesa, vestida de rojo
no era un sueño.

Hasta en el duro
bregar cotidiano,
sus brazos cansados,
cesto con naranjas,
reina era, ella mujer
y de rojo.

Al doblar una esquina
un zaguan de azulejos
la robo.

Pero su vestido rojo
aun seguia danzando
en solitario
calle abajo,
derramando
a su paso,
caminando,
el poder todo
de una sultana
presa,
en el cuerpo
hermoso de una esclava.



Jemaa el Fna ( Asamblea de los muertos )




En una esquina del café
reposa senitud.
Escribe en el mármol desgastado
clavados los ojos en ausencia,
con palabras que son nostalgia.
Anhela aún, vuelos de halcón planeando
a pesar del tiempo pasado
que marchita sus sienes.
Ayer era aún ayer,
restaban menos
los días pasados,
sumaban los por venir, tiempo de espera y sueños.

Danzan las blanquinegras fichas del dominó,
en las mesas vecinas.Rito conjurado para aburridos
ahuyenta soledades.
Desfilan rostros sin cesar, él permanece.
Sin puertas, el local se abre a la Plaza
se cruzan presente y pasado
ante sus ojos,
todo se va puerta afuera.. a la Plaza.
En la asamblea de los muertos,
esta vez es él protagonista.



Saguia al Hamra. ( Acequia roja )





Diluída gota seré en el río rojo.
Minutos de calma en que habitaré.
Dejar de ser yo y ser acequia roja.
Sentirme pez nadando,
gorrión bajo palmera,
perro callejero,
una ventana abierta, ojos que devoran el paisaje
y aire, aire libre en calles y plazas,
en oscuros callejones y grandes avenidas.
Cántaro hacia la fuente,
abeja libando miel.
Aire, aire al fin y al cabo
aire seré en saguia al hamra.





Marrakech, ciego y luz.




Dolor certero, cuando miro
los ojos de aquel ciego,
y a su espalda la luz
brilla en silencios.


No hay esquinas cerradas,
en ellas se complace
habitando lo difuso.
Ni pasos camuflados,
ni puertas entreabiertas,
hay eso si, discretas celosías
que protegen el desnudo
de miradas ladronas.

Hay sombras, con matices.
Rayo de sol, serpiente en la fachada,
gota de pintura descarriada
que ocre quiso ser y es solo rosa desvaido.
Besa la luz, lugares cotidianos
aquí la puerta blanca, mas allá el salón
de oscuros verdes, rojos sobre sienas,
amarillos delicados sobre azules de Prusia.

Azafrán que reverbera,
hoja esmeralda de menta piperita,
nadando complacida, en el oro del te.

Es luz, amanecer resplandeciente,
de frescor pleno, repliega la palmera
alas verdes, se dobla sobre si, el banco en platas.
Luna no ciega.
Cleptómano me vuelvo de deseo
atrapo entre mis manos, todo un sueño,
lo hago suyo hecho palabras,
presente construido a reflejos,
a golpe de pincel que no censura.

Se lo regalo al ciego,
mientras la luz se acomada,
entre su pelo..